Al mirar tu pupila con la mía he notado -¡qué cosa tan extraña!- las tuyas, madre, dejan ver un fondo cristalino, sensible, tenue, lleno de alegrías y  con pocas lágrimas, sólo aquellas precisas, pero nunca serán las de perdón de quien os hablan. Madre mía, quisiera cuando grande poseer tu mirada, la mía no se deja, por ahora, llevar por tus palabras, madre mía, quisiera cuando grande poseer tu sonrisa, esa sonrisa alegre que ilumina los rostros de los niños y las niñas. Madre mía, quisiera cuando grande poseer tu bondad, tus palabras van siempre perdonando esa herida que el ser te dejará. Quiero de ti, los gestos poseer, todo lo bello que hay en ti quisiera, pues sólo una madre los reúne en todo su ser. ¡Esa eres tú, mamita! Espero que me habrás de comprender... pues sólo una doncella muy bajita para mí ocupa el “trono del querer” Ana María Zacagnino (En la voz de la Autora) :-:-:-:-:-:-:-:-:-:-: No está permitido el uso y la copia del material escrito, gráfico y auditivo sin previa autorización de la autora

              




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