Por ser hombre soy tierra, por ser mujer eres agua, por ser amigos, somos arcilla. Apreciada y admirada tú, Señora mía, tan próxima y cercana en la lejanía, quiero expresarte hoy mi alegría por tu recibimiento y simpatía. Hoy vengo a darte las gracias, Ana María, por brindarme tu experiencia y sabiduría y así poder cebarme de ti día a día. Hoy quiero agradecerte amiga mía, tu acogida y empatía, tu entrañable compañía. Dios nos ha cruzado en el camino y al encuentro lo convirtió en barro, barro que ha puesto en nuestras manos, arcilla que poco a poco moldeamos y una amistad entre los dos creamos. Así, de la nada y por casualidad, un vínculo hemos construido ya con la arcilla de nuestra amistad, pura, sin picardía y sin maldad. Un vínculo que siempre honremos y por el que siempre brindemos. Seamos tierra, seamos agua, seamos barro, para que por este camino que Dios nos ha fijado llevemos a Lanús y a Gijón cogidos de la mano. Autor: ©José Manuel Rodríguez

(Otorgo todos los derechos sobre el poema a la Señora Ana María Zacagnino)